Tardes de otoño, sabores de invierno.
Lentamente el sol se dirije a su casa en el oeste pare reclinarse nuevamente ante la presencia casi esperada de un nuevo aterdecer.
Resplandecen, por ahora, los rayos salvajes de la vida calentando la sangre.
Brilla con picardia, filtrando sus caricias entre las pocas hojas secas de los arbustos en el parque. Penetra inminente por las ramas de los palos borrachos.
Ahi un aire a naranjos vivos, se siente su presencia, la puedo palpar.
Es una de esas tardes de ocio, quizas luego de un almuerzo, cerrando algunas charlas o como el caiman a orillas de su rio natal, solo habita con el silencio momentaneo de la paz recargando energias.
El sol congela el alma al mismo tiempo que estimula mi piel en todos sus rincones.
Suena la zampoña.
Suena triste y llamadora, de angeles y duendes, volando por los aires como delicados fantasmas de cristal, visitando oidos finos y atentos.
Vuelta la nota infantil, perseguida por la corchea que se esconde tras un cantero en un evento singular de tonos y semitonos.
Sopla en las cañitas las ideas creativas, las palabras del alma, la voz del corazon, gozando de la simple libertad.
Alguien mira sin mirar, los viejos caminos recorridos, estampados en su memoria, viajando por doquier, viviendo valles, surcando desiertos, emisaria de bondades y virtudes que contrastan con la tristeza y un secreto lleno de melancolia.
Quizas ese hermoso suspiro llevo a los cielos las caricias para algunas almas necesitadas de amor y comprension.
No puedo evitar sentir, como la presencia fisica contrasta eventualmente con la ausencia mental en un sadico juego del gato y el raton persiguiendose por el cuerpo.
Que momento.
Baberos y babas, cariños y amores.
Momentos congelados en imagenes postergadas.
¿Que sera de aquella vieja tarde de invierno donde mutuamente cobijamos la suave musica de estas generaciones?
Quisiera detener, solo unos segundos, esta rueda del azar, que nos gira sin cesar en la calesita de esta vivencia extrañamente divina.
Admiro el impecable y simple poder que tiene la naturaleza de curar nuestras heridas con minimos secretos susurrados al oido. Siento como la alquimia de las tardes, fluyen por las venas limpiando los fantasmas que por alli alguna vez pasaron.
Veo alli, esa mirada picaruela, llena de inocencia, plagada de sorpresa.
¿Ves esos ojitos, redondosy negritos, cargadados de aventura, queriendo descubrir algun vuelo descuidado de una pequeña mariposa?
Te invito a correr, por la tarde en el parque, a saltar el cantero, a colgarte de algun arbol, a disfrutar aquella tarde cargada de emociones.
Te invito desde aqui, a tomarte unos amargos, con cedron y algo de menta, para refrescar este segundo con escones o tus palabras, adornadas de sonrisas en la siesta amarilla.
Te invito a vos, de la misma manera que la tarde me invita, a sentirla, a descrifrarla, segundo a segundo, minuto a minuto.
Con la caida de una hoja, con la sorpresa de una mirada, con la caricia descuidada de un par de manos enlazadas.
Con sonrisas o con lagrimas, con ausencias o alguna presencia, con ternura o empatia, pero te invito a descubrirla.
Una tarde.
Un Invierno.
Quizas frio.
Alla afuera.
Pero adentro... ¡Hirviendo el alma!
Una tarde.
Esta tarde.
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