miércoles, 18 de marzo de 2009

La Maldición del Rodete Renegado (Día 1)


Ahijuna  Levantado tempranamente como corresponde al hombre de la casa, encargado del sustento a diario de este cuartel llamado hogar, donde lentamente y a medidas que pasan los días, debo enfrentarme a los diversos casos de deserción de los cadetes inexpertos a las responsabilidades adquiridas sin contrato de por medio; es que procedo al preparado del desayuno diario que consta de un merecido café con leche, tostadas, algo de manteca para proteger la capa de grasa y como un beneficio extra un par de cucharadas de mermelada. Un lujo del amanecer servido en vajilla de losa y aluminio, toda mezclada, sin que tenga que preocuparnos la apariencia.Cantada “Aurora” previo izado de bandera  y ya sentados en la mesa la tropa y yo, es que la Cabo Primera Farfán da sus primeros indicios de sedición y sublevación ante la autoridad con unas cortas palabras.

“Me voy a Córdoba”

Opte por tranquilizar mi furia militar dejando de lado el café con leche y buscando debajo de ese maldito rincón debajo de la escalera, la vieja botella de ginebra llave, pero la maldita estaba mas vacía que un cargador de M-16 en Vietnam. No importa, no fue problema desquitarme con una bebida inferior como lo es el Singani Casa Real.

Suspiro, murmuro, transpiro, trago saliva, carraspeo y toso, repentinamente me atraganto por murmurar y suspirar al mismo tiempo, pero salgo del apuro dándome un fuerte golpe en la boca del estomago. Supervivencia I: Como escapar del “Submarino” Etapa Inicial del cuerpo de infantería.

No conforme y casi en confabulación de extrema socialista, típica marxista, se me levanta la pequeña salvaje con voz astuta y llena de picardía apoyando la retirada de la madre a la ciudad mediterránea con estas palabras:

“¡Pero vos antes de irte! ¡Tenes que enseñarle al papa a hacerme el rodete para danza!

Con el corazón lleno de angustia ante tal endemoniada petición de apariencia macabra , el temor se me apareció delante de mi de una sospechosa forma de redecilla aparentemente tejida cuando me di cuenta que estaba en un verdadero aprieto. Pensé en un instante que mi aprendizaje de memoria y con ojos cerrados de “Arte del Mar – Nudos y otras oleadas” podría servirme, pero cuando tome la enciclopedia pude darme cuenta que mi mujer me miraba ligeramente molesta y con poca señal de aprobación de la idea. Solo se le movían minúsculamente algunas pestañas enviando un mensaje fuerte y claro, en código Morse, que desistiera de tal cosa.

Un hijo nacido de las filosas y precisas tijeras de los Hermanos Chañi, peluquería de antaño que liquidaba hasta el pelo mas rebelde acercando el corte al popular “casquito” y aplicando para la contención inmediata de la masa capilar, cantidades industriales de Glostora, Lord Cheseline o en el peor de los casos para esos pelos púas quirquinchos, limón; había sido desafiado cara a cara con esta nueva tarea.

Esto se había transformado en un verdadero coctel explosivo donde yo debería conjugar armoniosamente tacto, calculo, muñeca (algo que definitivamente no tengo salvo para disparar mi magnun), deducción, conocimiento básico mágico-religioso para pedir cordura y santa paciencia viril al Señor Omnipresente y a todos los dioses egipcios, capacidades – aun no relevadas – de sicario y la terrible adicción al opio que en casos extremos me saco de apuros en Kuala Lumpur.

Aquí quedaba yo, a cargo del cuartel por la próxima semana, encargado de la manutención, la educación, la limpieza y la pronta restauración del orden en este tres ambientes.

Me retiro a merendar mi grapa.

Cambio y fuera.

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