viernes, 17 de diciembre de 2004

El baúl, el tren y los sueños.


Entre las cosas perdidas de la casa, algunas arrumbadas en una pequeña habitación cruzando el patio y esquivando las ramas caídas de una añeja parra de uvas negras, pude hallar un viejo baúl. De mimbre con toque de metal. Dejado. Solo y quieto. Fue como si los poderes desconocidos de Pandora me llamaran en un susurro melódico todas las noches con sonidos de llamadores de ángeles y campanas de cristal.

Un portador mágico de los secretos de décadas y generaciones, de tristezas y alegrías, un baúl lleno de almas y fantasmas, un cuento de hadas o fabulas familiares. Colmado de esas pertenencias que pertenecen y aun allí adentro, ocultas a la luz del día en una oscuridad iluminada por los recuerdos y las voces de pasados presentes, tratan de sobrevivir, de existir, latentes a ser descubierta por alguna generación piadosa y ansiosa de aprendizajes, valores y sentimientos.

Algunas varas del claro y humedecido mimbre yacen quebradas por el abuso de alguna termita voraz.

Fue como un destello. Como suele ocurrirme generalmente donde la poesía, la metáfora y las palabras del alma brotan como en una erupción de viajes a través del tiempo.

Me vi ciertamente reflejado de alguna manera en ese viejo baúl cargado de cosas, de buenos recuerdos, de malas noticias, de buenos y malos tiempos. Sentí como si esas viejas fibras de mimbres fueran mis propias venas. Y si, de alguna manera soy como un viejo baúl cargado de cosas.

Veo baúles vacios, otros llenos, algunos de ellos llenos por amor, otros por comodidad, para acumular u ocultar.

Sentí de alguna manera los recuerdos mas graciosos de mi infancia, los momentos mas felices de mi vida, reflejadas en alguna foto de adolescencia perversa y terrible. Pude ver viejos lugares vacios, sillas solas y mesas abandonadas. Sentí gritos de alegrías de cumpleaños con silbatos y bonetes, bautismos aburrido empilchados con pantalones azules y camisas blancas, canciones adolescentes de amor o sueños lejanos.

A veces me abro, a veces me cierro, esperando ser descubierto por algo, por alguien, quizás ansío, como ese viejo baúl la presencia de alguien que levante lentamente la puerta, con paciencia de vigía solo como la luz alerta de un faro en la costa embravecida de la nostalgia.

Una anécdota sobre trenes escuche o me llego por mail, que después de algunas vivencias me di cuenta lo desacertada que era. Decía en sus palabras algo así como que todos vamos en un tren, en algún vagón, y en ese vagón entran y salen personas, algunas queda, otras se marchan, pero las mas importantes quedan. La verdad que no lo recuerdo.

El baúl siempre estuvo en aquel lugar, con esas pequeñas cosas, pequeños tesoros que siempre estuvieron en el, y que nunca se van, nunca desaparecen ni mueren, ni siquiera el paso del tiempo las carcome, ni la muerte misma.

Se me estremeció la piel a tremenda visión de un sentimiento fresco y sencillo. Un sentimiento descubriendo una riqueza de simples tesoros escondidos en el cual los olores de tiempos pasados, de viejas expectativas traídas en una noche de insomnio, de burdos y alocados sueños y anhelos dispersos, de los sinsabores ensortijados en los ¡click!¡clack! del segundero de un reloj comiéndose el tiempo y la tramposa melancolía traída de los pelos que a gritos pide la calma y la serenidad de un bebe durmiente recién nacido que como una cajita de anillos, suelta el hermoso aroma de madera recién tallada.

Es intempestivo y extraño, pero un baúl que tiene tanto de un pasado, que espera ser presente en el mismo momento de ser abierto, como si pasado y presente se fundiesen en un solo todo hasta ser. Eso. Hasta simplemente, ser.

Las cosas simples quedan, en algún rincón de aquel viejo baúl del corazón, permanece.

Me di cuenta entonces que nada se va, si realmente es importante en la vida de uno, por mas ausencia, por mas distancia, por mas soledad que ande suelta por ahí, si ese momento ha llegado a cavar profundo, una grieta dentro del alma, permanece ahí para siempre haciendo nido. En algún recuerdo espontaneo, en algún sentimiento fugaz, algo nacerá con fuerza para ser revivido con la misma intensidad que ese misma... ocasión.

Un sueño quizás…

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