Vamos a poner la carne en el asador. Cuando uno participa de un evento donde se festeja el cumpleaños, supongamos de un familiar o un amigo, medianamente y de acuerdo a la proporción del A.V.E. (Aporte Voluntario para Eventos), teóricamente uno llega a la conclusión de que mientras mas involucre este aporte, el servicio mejora notoriamente.
En otras palabras y aplicando la regla de “lo barato sale caro”, la regla matemática de la gastronomía nos empuja a invertir para obtener un buen servicio que nos deje reclinado en la silla, aflojándonos el cinto un par de agujeros mas y tratando de que el aire nos llegue a los pulmones.
Ahora, si en este caso, el rol principal del dueño de una parrillada, es ejecutada por un tabacalero, esta regla comienza a tener algunos problemas, primero de comprensión, pues la deducción se puede ver afectada por los efectos nocivos de altas dosis de agroquímicos que suelen acumular desde temprana edad y que tarde o temprano queman algunas conexiones neurológicas produciendo efectos no deseados; y segundo en la parte de administración, ya que los algoritmos complicados que involucra preparar una parrillada, preparar y atender bien una mesa, procurar que nada falte y que las cosas salgan bien, suelen entrar en cortocircuitos generando insatisfacción en el comensal.
Definitivamente se debería crear un órgano municipal, por no decir provincial o nacional, algo así como “SECRETARIA DE HABILITACIONES DE PARRILLADAS DONDE AL ASADO SI SABEN HACERLO Y TE ATIENDEN COMO UN REY POR $60”; que tome examen a los propietarios, mozos, parrillero y todo el conjunto de personas que esta detrás de un restaurante.
No se, es una idea, un examen teórico y obviamente practico, donde se ponga a prueba desde el preparado del fuego, la cocción de la carne hasta LA ATENCION de las mesas para sea realmente algo digno de disfrutar y no tener que andar en una misión casi suicida por detrás del mozo para conseguir que las tartas dulces, por ejemplo, te lo sirvan emplatados y si es posible y esta dentro del alcance del local, entregar el utensilio adecuado para poder degustar y no tener que andar como mocosos en fiestita de garden mordisqueando trozos de la servilleta.
Además, deberían prohibirse el uso irracional de esas espantosas cajas de zapatos negras porta/calienta restos de vacunos trozados en cuyo interior le colocan el carboncito para mantener calientes los cortes.
Y al mozo que pasa luego de 40 minutos servida la parrilla, rejuntando las sobras frías del recipiente antes mencionado para luego traértelas en una cajita nueva con carbón recién sacado del asador, lo mandaría a cocinar cordero a Susques, desnudo, en bicicleta y sin agua.
En fin, he llegado a la conclusión que no cualquiera puede administrar bien una parrillada, que un asador puede ser bueno preparando para 6 personas pero resulta un verdadero nabo desconocedor de tácticas parrilleras a la hora de servir para 45 personas y a la Parrilla TIO RICO no vuelvo mas, salvo sea a comer un lomito o una hamburguesa, porque para mi los niños si comieron bien.
Podría agregar otra conclusión, que tiene que ver con poder llegar hasta allí, que es medio complicadito, y si, mira bien, si no entras por la Refinor te fuiste a la bosta y bla, bla, bla, pero prefiero obviarla por no ser consistente dentro de mi amargura general.
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