
No habia agua. Este pueblo se estaba tornando en mi infierno y los 39°C no hacian mas que aumentar mi pesadilla. ¡La mochila! eso es, viejo Jack, si tenia suerte y nadie habia entrado al baño, la mochila debia tener el agua suficiente. Corre, Jack, corre....

¡Jajajajajaja! El viejo Jack tenia razon. Saque el agua con un jarro y lo mezcle con el limon. No era lo mas apropiado, lo se nena, ¡Sorry, baby! pero aqui el calor empezaba a escaldarme la entrepierna y debia calmar el ardor de alguna manera y la hora de ser sutil habia acabado.
Algo de azucar para sacarme el amargo de mi boca. Al hielo lo habia masacrado con el martillo, no habia tiempo para formalidades con el. Mientras golpeaba salvajemente aquellos helados cristales que intentaban huir del mugriento repasador. No pude contener la nostalgia. Me trajo algun recuerdo cuando estaba en la fuerza y algun chico malo se negaba a contestar mis preguntas. Añoraba esos buenos momentos.
¡Pero! ¿en que estas pensado? ¡Vuelve en si, Jack!¡Despierta! No es hora de mariconadas. Queda poco tiempo. ¡Rapido! El vaso de aluminio... ¿donde esta? ¡Dios! ¿en que demonios estabas pensando?.
La alacena. Si.
Al abrirla un ejercito de malolientes cucarachas salieron a atacarme con la mala suerte de que mi martillo no estaba a mi alcance. No quedo otra que cerra el puño con furia y aplastarlas, una por una. El maldito ruidito de sus explosiones no podian detenerme y la ira se habia apoderado de mis entrañas hasta exterminarlas a todas. Como repugnantes palomitas de maiz reventaban una tras otras. Lo sabia. Alguien estaba complotando contra mi y no era de este mundo.
Tome el viejo vaso de aluminio y la bombilla estaba en el. Algo me habia favorecido. Algun angel se habia apiadado de mi pobre destino.
Corri. Corri. La yerba. Sabia donde estaba. Nada podia detenerme ahora. Volque como un anima la yerba no sin antes colocar dos cubos de hielo dentro del vaso.
El frio metal empezo a empañarse. El calor ahora estaba viviendo su propia pesadilla. Tome el termo y sin dar vuelvas escupio su jugo helado dentro del vaso. La yerba sucumbio ante el poder helado del terere.
¡Aaahhhh.......! El primer sorbo apago el incendio de mi sangre. Mi mano aceitosa se congelo en el primer contacto. Nada era mas placentero, salvo Laura la noche anterior y que nada tenia de fria a la hora de sus besos y sus endemoniadas caricias por las cuales tuve que pagar algunos billetes, que el primer trago de terere.
Los siguientes eliminaron el fuego de mi piel ayudado por el ventilador de techo que apenas giraba.
Otro dia mas vivo.
Otro mas y seguiran otros tantos. Nadie podia detenerme. Ni siquiera los dioses del sol.
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