Recién me llama la vecina de abajo para preguntarme si ya que soy bien, bien hombre, no puedo matarrrrrrrrrrrrr a su vecino del frente porque esta castigándose auditivamente con los guachiturros (si es que así se escribe, tampoco vamos a entrar en la investigación profunda de la ortografía y la gramática para sacarnos duda sobre todo si el grupo humano apenas conoce la “w”) y sus temitas y que esto le produce hinchapelotismo severo. Confieso que a mi me tiene las bolas como jilguero, digo, ese temita y lo mismo con el otro ese del fuego que hay que mantenerlo prendido. En un principio y llamando a mi cordura, admito que me he negado a participar del homicidio por la simple razón de que en este momentos me he quedado sin municiones, el hacha esta oxidada, sin filo y la ultima gota de cianuro se la di al gato del vecino hace un par de noches y no puedo andar improvisando asi porque si.
Agrego que este tipo de martirio musical, se agrega saña y dolo cuando el origen sonoro proviene de un celular y sin auriculares. Vos viste que ahora la gilada anda medio parlante, o sea, caminando, corriendo, pedaleando o simplemente, nada, ahí sentado en algún lugar con su nuevo chiche tecnológico haciéndolo sonar sin darse cuenta que son molestos. Como el mosquito. Cuando dormís. Que te zumba y sentís el iiiiiiiiiiiiiiiIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIiiiiiiiiiiiiii que te pasa por la oreja y se acaba cuando se va o lo reventas entre tus palmas, algo que con le “piernita” que esta usando esa porquería no podes hacer, digo, lo de matarlo. Además luego de un profundo estudio estadístico casual (no es que me vuelva loco por andar persiguiendo boludos parlantes escuchadores de música sin auriculares), he llegado a la sana conclusión de que el 99.99999999999995 % de la música escuchada es cumbia. Si Cumbia. Nunca una Ella Fitzgerald, o un Frank Sinatra, un rozagante Rod Stewart o un eléctrico The Ramones. Tampoco suena Soda Stereo o Sumo, algo del Indio Solari o los Redonditos, no, nada de eso. Cumbia a morir o matar. Y lamento decirlo pero el otro 0.00000000000004% lo hace, pero con Arjona, una minoría altamente destructiva y demoledora. Háganme acordar que les cuente mi sesiones de fisioterapia con Arjona de fondo y como casi hago desaparecer el grabador dándole un choque eléctrico con el estimulador muscular.
Así que para evitar un Cumbianticidio o un Arjonicidio (asesinato en masa de personas amantes de Cumbia o Arjona) simplemente aporto una desinteresada Campaña Pro Recuperación de Almas Gustativamente Perdidas y les acerco esta verdadera joya para disfrutar “Los 1001 Discos Que Tenes que Escuchar Antes de Morir”. En un principio esta reseña esta estampada en un libro, una verdadera obra de arte de la música. Y alguien, aprovechando las virtudes del, la o lo Internet, recopilo absolutamente los 1001 discos ofreciéndolos para la descarga.
Así que ya tienen la tarea para la casa, dejen el “Futbol para todos”, el “LCD para todos” y la “Carne para todos” (que muy bien no andas de colesterol y triglicéridos) y sumate a mi campaña desbordante de cultura y sapiencia para subir un peldaño en la escala del conocimiento gratuito e inocuo. Caso contrario si escuchas que tocan la puerta, recomiendo esconderse dentro de un frasco de vidrio de galletitas antes de que te encuentre.
ESTA ES UNA CAMPAÑA DE BIEN PÚBLICO
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