martes, 23 de diciembre de 2008

"La batalla de los pinceles rosas " (2° Capitulo)


Aqui una nueva entrega de "La batalla de los pinceles rosas", comedia dramatica que estremece los bulbos capilares de las mujeres mas duras, frias y calculadoras de esta sociedad. Una obra maestra universal de la literatura virtual que hara a "ELLAS", replantearse profundamente su estado civil, mirar por sobre su hombro, a esa persona que duerme placidamente como un diplodoctus, ronca como un viejo barco de vapor y babea como un ñu cruzando la sabana africana mientras se hacen una sola y demoledora pregunta: ¿Es verdaderamene EL, un hombre bien, bien hombre?

Un narracion que da a luz, los infinitos celos de la comunidad masculina que usan crema de enjuague e hilo dental y que no ponen un clavo en casa y para eso tienen que llamar a un carpintero, o un plomero, o un electricista o un albañil o depender de una mujer para poder tender una cama dos plazas y medias por que solito uy, uy, uy, uy no puede y ñañañañaña.

Una historia que pone en peligro la cabeza del escritor cuya identidad, por ahora, esta protegida por un grupo de salvajes canibales reducidores de cabezas que no ven bocado alguno desde hace meses.

(Taparse la nariz, repetir esto con voz congruente y hacer click) "Escenas del capitulo anterior"



2° Capitulo

Una vez adentro y sin vueltas ni lamentos, desnude mi torso liberando la maquinaria muscular de hierro y que perturba a mi club de fans de chicas con enteritos plateados y tridentes. Los torneados biceps, triceps, cuadriceps and bistecs que movilizan mis extremidades superiores e inferiores explotaron gracias al combustible proteinico obtenido de cuatro elementos primordiales en mi dieta como el fuego, carne cruda, huevos y vodka; y dieron marcha comenzando a mover los objetos molestantes que obstaculizaban mi mision. Sillones, mesitas, armarios y cocinas, hornos microondas, heladeras, miles de papeles, esquineros, una maraña de cables y cartelitos literarios dignos de humanoides semi-mantenidos por sus hermanas mayores poco adeptas a la depilacion. Nada se resistia a la fuerza de un solo hombre mientras "X" preparaba el mate, infusion que me estimularia durante un par de horas al inyectarmela directamente al fluido sanguineo horas despues.

Arrancar la costra de poxy-ran que una de mis cuñaditas habia esparcido en la pared, sin piedad y criterio alguno, para colgar adornos de una navidad ya lejana fue una lucha sin cuartel. Pero gracias a mis fornidos dientes de acero definitivos con los cuales milagrosamente naci (otro signo de virilidad ya que a los ocho meses cortaba en pedazos al vacuno semicocido y sangrante sin problema para evitar asi el humillante purecito de papitas y zapallito); en pocos minutos habia desprendido esa espantosa mancha marron. Mas tardes, ya habia retirado todos los adornos atrincherandolos en los bunkeres contiguos.

Una vez realizado el ritual del guerrero vikingo y armado con una filosa espatula mediana del mas letal acero y en cuyo mango rezan las palabras "Veni, Vidi, Vici", comence a abrir las heridas (muchas, demasiadas) de la pared removiendo reboques viejos, pinturas ancestrales y algunos restos de mamposteria de muy mala calidad. Mientras los pedazos desprendidos lastimaban mi curtida piel de roble frances, ajeno a todo esto estaba el maravilloso mundo de la naturaleza que se ocultaba alli. Algunas arañas de gran ponzoña y diversos tamaños, colores e idiomas corrian por sus vidas dando pequeños grititos de terror ante la furia demencial de mis golpes que en una lucha encarnizada por la supremacia, a muerte, sin piedad y al todo o nada, no dejaban nada a su paso. Mordiendo los dientes, mirando fijamente el objetivo, mi mano derecha llevaba el arma blanca directo a lo mas duro del cimiento, con la misma paranoia que el minero ruso, en las profundidades de las minas de carbon, lastima las entrañas del enemigo. Mas mosquitos, hormigas, polillas continuan saliendo en busca de una piadosa paz y no hay misericordia alguna.

Terminada la tarea exterminacion y mutilado, procedi al curado, rellenado, tapado, parchado de las mismas. Esto fue una tarea digna de preescolar. Es mas, recordaba a las viejas enfermeras en el campo de batalla curando heridas, pero aqui no estaban. Trabajar con masilla, yeso y enduido para dar forma y remendar lo que quedaba de la pared no era para lo que estaba entrenado. Pero este es un trabajo sucio y alguien debia hacerlo asi que entre resoplidos y escupitajos comence con la preparacion de esta mezcla y su posterior untado, modelado y afirmado. Mientras tanto "X" mediaba con la naturaleza ensuciando sus manos en el fondo de la huerta para robarle a la madre naturaleza lo que seria nuestro almuerzo. El menu del dia que cubiriria la cuota diaria de proteinas seria revuelto gramajo, sopa de mani, torta de chocolate y todo esto acompañado con una irremplazable botella de vodka.

Ya secos los parches, fue el turno nuevamente de la tortura. La lija. Por unos segundos el pasado me juega una mala jugada y me trae cierta nostalgia de mi infancia, alla lejos en un colegio religioso de ultraderecha cuando nos encerrabamos, siendo monaguillos, a jugar al "cielo, infierno o purgatorio" y el que perdia era sometido a un violento raspado o "fosforito", como se lo conocia en aquel momento, con papel de lija y de la gruesa. Pero no habia tiempo para sensibilerias estupidas y afeminadas, asi que procedi al tomado de las lijas con las manos siempre desnudas. Eso si, nada de guantecitos, ni gorritos, ni mascaritas. Aqui las cosas se hacen a lo macho.

Los baños a cuerpo descubierto en mis practicas con gas sarin, me hacian inmune al insignificante polvillo que las paredes desprendian al paso lastimero y rasposo del papelito rugoso. Enajenado en aquel ¡ras! ¡ras!, sentia que ya casi la infeliz victima bajo el flajelo de mi tortura aflojaba, se quebraba y me decia que no tenia nada mas para darme. Le crei. "X" me pedia que parara. Que ya habia sido suficiente pero queria alcanzar la perfeccion y llegar a la cuspide del dolor, deseaba con ansias conocer el extasis de la sumicion aplicada al enemigo. Pero todo cambio cuando una buena parte del reboque viejo salto por los aires dejando un gran hueco. Otra vez la nostalgia me invadia. ¿Seria la crema de enjuague? ¿O acaso el quimico efecto de ese regalo mortal conformado por una chomba color salmon, pantalones pinzados y un bronceador sin sol? Alguien seguramente me odia. El "buraco" de la pared era el calco candente del mensaje dejado por una municion calibre 50 mm. en la coraza de un carro blindado.

Las recriminaciones femeninas por mi accion no se hicieron esperar y me azotaron con verborragias plurilingüistas como suelen hacerlo las mujeres cuando uno, por ejemplo, no arregla la gotera debajo del lavadero que pierde hace seis meses u ordena los cables de la pc. Sus voces eran como pequeños alfileres envenenados clavandose en mi centro de audicion. Cosas de chicas. Pude soportarlo. A nosotros, los hombres y con fines practicos nos basta con "veni", "dame", "correte", "comprate algo", "sacate eso" y "veni acostate".

Distraido yo del ambiente hostil,"X" se acerca por detras con un mate desconociendo absolutamente las reglas de camaraderia y me sorprende. En un movimiento veloz de defensa personal (que aprendi en Tailandia) la tomo de la mano, le aplico una llave doble paleta al omoplato, le aplico un nudo de boza sobre cabo en el brazo izquierdo, un ballestrinque doble en el derecho y como decoracion un nudo vuelta guirnalda con las piernas. Ya inmovilizada en el piso, la miro y mientras levanto levemente mi arco superciliar derecho le advierto "Nunca por mi espalda, X. Nunca".

¿Que le pasaba a X? ¿Estaria complotada con la Sociedad Secreta de Hombres Ausentes? ¿Quien no querria que termine mi tarea de pintado? ¿Que mano oscura se mueve detras de esta telaraña tipica de decoradores de interiores?

(Esta historia continuara ...)

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