Muchas veces, y digo muchas porque generalmente abundan este tipo de acontecimientos, Ud. habrá asistido a una obra de teatro para demostrar que es un/una/lo que hombre/mujer/travesti-lesbiana-gay-afín que se rige por los estándares básicos culturales y que quiere bañar su intelecto con una buena dosis de actuación en tablas.
También habrá sido victima inocente del vox populi, de la cadena de rumores o del boca en boca por la cual se ve como casi obligado a asistir al teatro a ver una obra muy, pero muy recomendada por la humanidad para no caer luego en el deshonroso y humillante bochorno de no tener argumentos a la hora de una charla típica de cena de fin de semana como “¡che ayer fui a ver “Tres Estatuas Vivientes y una Mujerzuela” y la verdad me impacto cuando una de ellas se movió para orinar!” o “¡¡Que bajón cuando la actriz se desnudo, tenia tanta celulitis y estrías que me dio cosita!!”, llevándose la ingrata sorpresa de que a los cinco minutos de iniciada la obra, la sensación presente es mas a pegarse un tiro y desaparecer del lugar que seguir presenciando ese martirio escénico.
Claro, mi pregunta seria que necesidad tiene uno de ir a ver una obra de teatro. Ya suficientemente complicado es ir al cine y ahí por lo menos uno no se arriesga a que los actores le escupan cuando hablan. Tampoco menciono el importante olor impregnado a encierro que uno adquiere durante la proyección.
Lo recomendable ante esta situación seria retirarse inmediatamente, pero esto, lamentablemente depende en primera instancia, de que intensidad puede tener la iluminación del escenario a la hora del escape para pasar a ser solo una sombra siniestra y huidiza que abandona el barco ante el hundimiento inmediato e irreversible. Aquí el anonimato es fundamental dando al escapista cierta dignidad y preservación de la identidad.
La ubicación también es importante y esto debe saberse desde los primeros tiempos de la escuela. Los mejores lugares estaban al fondo. Los perejiles iban adelante, los nerds, los chicatos y los sordos. En el teatro por pelear un ticket de primer fila de la platea, el cristiano queda expuesto a la mortificación total y/o parcial del bodrio de la misma manera que quedo expuesto el Talón de Aquiles en la batalla imposibilitando que uno, por la aparición de la vergüenza, pueda huir del lugar.
En este caso lo único que le queda es entregarse a la conocida técnica del “Up-Down” también conocida como “ A.R.I. o Asentimiento Repetitivo Inconsciente ” que solo consta de dos movimientos, el A y el B. El movimiento A, hacia abajo, se da cuando uno ha caído violentamente en las garras de Morfeo, y el B, cuando uno se despierta violentamente y con un humor de perros, producto del movimiento A. Esto se repite varias veces dando una sensación de asentimiento y aprobación de la profundidad y el porque de la histeria compulsiva, los gritos y los mechazos que se autoaplica la actriz en el escenario o del actor semidesnudo que declama frases sobre el poder, la hipocresía, la libertad y la democracia.
Atrás, en cambio con un poco de conocimiento en Jiu-jitsu y entrenamiento en el Arte del Escabullimiento Ninja, uno podrá desaparecer sin ser visto silenciosamente por las cortinas del fondo para desaparecer en las sombras de la noche (si es que hay cortinas, sino una garrocha para saltar la tapia de la sala o del multiespacio). Esta técnica oriental es poco recomendable si Ud. ha decidido acompañar a su hijo a ver una obra de títeres o a ver a Piñón Fijo. Seguramente su hijo notara su ausencia. Ya vio como son los niños de hoy. Además esta actitud roza el divorcio y posibles castigos judiciales. Técnica apta para cumpleaños plomos, reuniones de trabajo densas, conferencias, asambleas, espectáculos de danza contemporánea (que suelen ser muy anestésicas y mi escasa materia gris para la comprensión del movimiento epiléptico – mal parkinsoniano no me permite apreciarla) y otros.
Lo complicado es si se esta sentado al centro ya que la distancia entre fila y fila es algo estrecha requiriendo precisión quirúrgica en el momento del escabullimiento, caso contrario podría darse el rozamiento accidental de su nalga en la cara de, por ejemplo, la esposa del Sr. Ministro de Justicia o pisarles los pies a la dueña de la sala y ser desterrado de por vida del lugar.
Y para finalizar, la situación de riesgo clase 7 seria que se caiga a un unipersonal de mala muerte, donde el único espectador es ud. Esto es un viaje sin retorno, no hay vuelta atrás ni escapatoria alguna. Una vez que se pisa la entrada de la sala o el teatro (o la vereda en algunos casos), se esta hasta la manos porque todos se transforman en testigos oculares de su única presencia. El acomodador, el boletero, el iluminador, el sonidista, el escenógrafo, el maquillador, todos lo han visto.
En este caso, lo único que queda es el uso del implante molar de cianuro a los cinco minutos de iniciada la presentación, dígale al actor/actriz “¡Me emocionaste hasta la médula!” y encomiende su alma a San Rafael.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario