viernes, 12 de noviembre de 2004

Los Peces de Ciudad.


A traves de los cristales limpios de aquel bar de la esquina, mientras sobre la mesa reposaban ya la taza del cortado y una porcion de selva negra hecha con algun bizcochuelo barato esperaban por mi atencion, sentia como la ausencia de una silla vacia quizas clamaba por la presencia de una delicada compañia aunque sea en forma de claro fantasma aparecido de algun mundo magico.
La virtud de una abuela en compañia de una nieta deja la mesa del frente cruzando miradas esperadas recien encontradas de generaciones diferentes.
Corazon de viaje diario.
Los delicados acordes de un tema de Sabina adornan el aire viciado de esa pecera de ciudad, un aire viciado y borrado por columnas humeantes de cigarrillos, que en forma de torbellinos blancos, como telas espectrales se disuelven en lo alto. Los acordes suenan creando de alguna manera esa imagen que viene a uno como recuerdo de tiempos mejores que alguna vez fueron.
El cafe espera.
La torta siente.
Algun motor adolescente acelera sobresaltando el corazon paralizado quizas de algun anciano que a la espera del tiempo ajeno, solo vive el minuto en un cafe o en un cortado sobre su mesa dejando pasar esa pasividad hermosa de años vividos y sufridos que marcan en su rostro alguna arruga de vida viva.
Un perro vagabundo ahonda el paisaje mentiroso de esa pecera de ciudad mientras el televisor encendido sin sonido es ignorado por la ignorancia misma como un ausente testigo, en cada hora, en cada minuto, de los peces de ciudad que entran, que salen, que pasan, que estan navegando como piratas perdidos, destellos reflejados en sus rostros ambulantes.
Un espejo muestra los cristales rotos de un espejismo lleno de ilusion que carga aires falsos de lo verdadero.
La silla continua vacia, sola, como la silla misma, como los peces en la pecera de la ciudad.
Una cara olvidada del olvido cruza por la vereda del frente mientras otros llevan caras de diligencias, de deberes y responsabilidades que cumplir, caracolas que agonizan sin decir ni "mu".
Empece a soñar en aquel lugar por unos instantes en lugares lejanos de arenas movedizas y soles rojizos en cielos lejos del mar. Aires salinos, tierras extrañas, sonidos diferentes, voces nuevas, corazones extraños, almas amigas.
El cafe.
La silla.
Cielo gris.
Aprisionado.
Aprisionado con esperanzas agonizadas de alma dolida sin cicatrizar pasa un pibe en sillas de rueda que trata de voltear hacia en interior donde me encuentro sin tener resultado.
Risas falsas salen de la cara de un pelado que me mira con la camara y posa delante mio como si de una anzuelo se tratar en busca de un pez sin agallas.
Peces que bucean al ras del suelo en los fondos silenciosos de estos oceanos desconcertantes. La gente transita en ensueños vacios y los puedo ver a traves de estos cristales rotos de un bar cualquier en una esquina delirante de personas fantasmas y alientos enajenados. Van, vienen... Y todo en unos minutos.
Minutos de sillas vacias, de cafes y selvas negras, de abuelas y nietas, minutos de gente, musica, humo de cigarrillo, palabras andantes o flotantes, perros vagabundos, sillas de ruedas, espejos espejados, sueños abismales.
Todo en una pecera con peces de ciudad.


"El agua apaga el fuego y el ardor los años.
Yo no quiero cargar con tus maletas
Yo no quiero besar tu cicatriz"
En una servilleta embrujada con aires de mujer

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