viernes, 26 de agosto de 2005

De esperas y anhelos.


Decia esperar a alguien. Decia desear que apareciera. Soñaba despierta en medio de los segundos paseadores, un feriado patrio, mirando al horizonte en busca de su sueño retrasado.
La vi una vez. La vi otra mas. Me aleje. Y volvi. Me fui a dar una vuelta. 25 minutos. Una hora. Y seguia alli. Al principio me fue indiferente, pero al paso de unas horas, su presencia no pasaba desapercibida.
Esperar. ¡Tic!¡Tac! Segundos a minutos. Minutos a horas. Algo me recordo a Penelope, no se porque. Un toque tambien al Muelle de San Blas.
Decia esperar. Añorar. Apoyada en la reja de casa. Sus manos en los bolsillos y luego juntas matando la impaciencia. Su rostro joven, algo arreglado, observaba en todas direcciones. El destello de sus grandes aros plateados mostraba lejana como un faro su haz de pensamientos volatiles, en medio de tambores y bandas de musicas, de militares y policias uniformados, estudiantes cansados y pulcros abanderados.
Asi pasaron casi tres horas de espera para alguien que nunca llego. No pude contenerme de preguntarle hasta cuando esperaria lo que contesto que habian quedado encontrarse alli antes del paso de las asociaciones durante el desfile civico militar.
La espera te congela.
Te detiene.
Te quita el aliento.
Te entumece.
Te deja a un lado.
Al costado.
En un rincon.
Te deja estatico.
La espera entristece.
Sobre todo cuando al cerrarse el telon la luz de aquella joven esperanza esta apagada.
Esperamos sentados. Conteniendo el aire que no sea en vano.
Y es asi que los hombres somo animales desentendidos de esas peculiaridades femeninas. Parte humana. Parte sueños y deseos inconcretos y anhelantes. Un paseo por jardines floridos y lapachos encendidos.
Algo contrastaba en todo el entorno. Una pequeña soledad se estiraba en la movilidad diurna de aquel 23 de Agosto. Una ansiedad en blanco y negro.
Y yo siendo testigo de aquel entonces.

No hay comentarios.: