jueves, 25 de agosto de 2005

De manos lavanderas y peluqueros anonimos.


Nada puede durar menos y tan poco, dejandote ese sabor a corto y escaso, como el lavado de cabeza que te realizan en la peluqueria, previo al corte, despues de un agitado dia de laburo.
El relax y el placer de los masajes enjuagativos seguidos de arremolinados movimientos y presiones digitales por parte de la piba de la peluqueria es algo indescriptible. No queda mas que cerrar los ojos y entregarse a ese cortito placer de mimos pagados y relajantes manoseos.
Es cuestion de recostarse en la sillita y meter la cabeza en la bañerita onda Luly (Ver www.tudiscoverykids.com) para sumergir en un recipiente craneal las insolitas sensasiones humedas y femeninas, estirando las piernas, aflojando los brazos y dejandote llevar al agujero negro de Alicia en el Pais de las maravillas de extasis capilares.
Un nirvana. El Zen. Un karmatico descanso. Un viaje al mas alla. Un viaje astral en manos de una mujer. ¡Que placer!
Todo este pequeño momento colapsa indefectiblemente cuando posteriormente se cae en manos de un peluquero, amigo pero apurado, que actuando bajo presion un jueves (tener en cuenta pasada media semana, se viene el fin de y las cabezas deben estar en su lugar) te somete a los tirones dactilares, pellizcones de orejas con peines, alguna mechoneada gratuita.
Todo esta salvajismo encubierto en sonrisas de ayudantes femeninas se le suma alguna toma Aki-toke de cuello para someterte a un brusco torcimiento de cabeza solo para comodidad del torturador de tijeras afiladas.
Nada tan parecido a una sala de tortura vietnamita. Cabezas anonimas entoalladas en gigantescos secadores de vapor que parecen salidos de una pelicula de Orson Wells. Todo se transforma en un segundo al sufrimiento y al maltrato de pelos cortitos haciendote cosquillas en la nariz y vos con las manos bajo la lona que todo peluquero te calza como camisa de fuerza para inmobilizarte las manos.
Moves la boca de un lado a otro. Inflas los cachetes, abris y cerras los ojos y hasta te atreves de mover la nariz como Mickey antes de un estornuda y nada. Sigue esa picazon molesta. Para completar el cuadro de una te plumerean con ese cepillo de cerdas finas y suaves como si fueras un armario abandonado en un sotano.
Pleasure interruptus.
Solo eso. La proxima vez mi inversion solo sera por el lavado capilar.

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